Los plásticos son uno de los materiales más utilizados en el mundo. La omnipresencia de los plásticos en nuestra vida diaria hace que evitar el plástico sea prácticamente imposible. Su uso se ha extendido a los envases de alimentos y bebidas, juguetes, ropa, electrónica, incluso podemos encontrarlo en productos sanitarios como jeringuillas, catéteres… Se ha observado que su exposición continua puede ser perjudicial. De hecho, la literatura disponible sugiere que esta exposición diaria podría estar contribuyendo al desarrollo de enfermedad cardiovascular.

Algunas sustancias químicas que se añaden al plástico como el Bisfenol A o el di(2-etilhexil) ftalato están especialmente en el punto de mira. Por ejemplo, por su capacidad de unirse a los receptores de estrógenos, al Bisfenol A se le atribuye un potencial disruptor endocrino, así como efectos carcinogénicos, entre otros. De hecho, un estudio longitudinal de 10 años encontró que una alta exposición al Bisfenol A estaba asociado con un 46% y un 49% mayor riesgo de mortalidad cardiovascular y mortalidad por cualquier causa en comparación con una baja exposición a esta sustancia.

Es probable que los mecanismos fisiopatológicos detrás de la toxicidad sobre el sistema cardiovascular sean multifactoriales. Estudios experimentales y observacionales apuntan a la inflamación, el estrés oxidativo y el desequilibrio hormonal como mediadores potenciales, aunque hace falta mucha investigación para confirmar estas asociaciones.

Referencia: Posnack, N.G. Plastics and cardiovascular disease. Nat Rev Cardiol 18, 69–70 (2021).

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